Solitarios Endurecidos

¿Cómo la vida en comunidad nos libra de ser solitarios endurecidos? Descubre como la santidad y el compañerismo están de la mano.

POR BENJAMIN A. FIGUEROA

05/07/2022

"Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado." Hebreos 3:12-13

La Carta a los Hebreos es un libro enigmático. Su autor nos es desconocido, y su temática es profunda, sumergiéndose en la raíz misma de nuestra fe. Sin embargo, y es de por sí una paradoja, es fácil de comprender en donde se centra su argumento: en Jesucristo. Hebreos trata de Jesús de una forma magistral.

Pero hay algo más de lo que trata Hebreos: trata de aquellos que sirven a Jesucristo y son llamados a perseverar en Él en una carrera de tenaz persistencia y permanencia en Aquel que es nuestro Sumo Sacerdote y Esperanza Segura.

Con estos pequeños comentarios introductorios, los presentes versos nos recuerdan algunas de las peligrosas dificultades que aparecen a lo largo del camino.

La incredulidad es malvada, y el pecado engaña. Endurecerme por el engaño del pecado produce un corazón malo de incredulidad. Entre otras cosas, la vida solitaria, egoísta y soberbia propicia las condiciones de ser engañado por el pecado y caer en insensibilidad y encallecimiento espiritual. Una vida que pierde toda sensibilidad ante la maravilla del Señor. Caemos en el terrible destino de ser solitarios endurecidos.

Es la confianza en uno mismo la generadora del desastre, ya que por naturaleza somos ciegos e ignorantes ante nuestros propios males. Y aquí viene lo bello e interesante: El Señor nos provee los unos para los otros para librarnos de la ceguera y usarnos los unos a los otros para despertarnos en mutua exhortación, lo que nos hace conscientes del engaño del pecado, apartándonos de la senda de tener un maligno corazón incrédulo. 

Es en el otro, en mi hermano, que el Señor coloca su antídoto contra mi propio orgullo, solitaria soberbia y confianza propia. Por eso la senda de la fe y la obediencia es la senda del compañerismo y la humildad. No se puede vivir la vida cristiana y vencer el pecado sin la vida de exhortación en comunidad. Esta carrera no se puede correr solo. Solamente podemos resistir y perseverar con la ayuda del corredor que tengo a mi lado, quien me ayuda a estar atento a los peligros del camino.

Recordemos esto hoy, disfrutemos la vida en comunidad y recordemos que el compañerismo en el Señor nos libra del desastre de fallar en la carrera. Agradezcamos al Señor por nuestros compañeros de camino, luchemos por no ser solitarios endurecidos. Es hermoso correr juntos.

¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!
Salmo 133:1

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