Los extraños efectos del enamoramiento

¿Cuáles son los extraños efectos del enamoramiento? ¿Qué bendición espiritual puede generar? Descubrámoslo juntos.

POR BENJAMIN A. FIGUEROA

12/09/2022

Qué extraños son los efectos que produce una mujer en el varón. A veces lo vuelve un poco bobo, tímido, torpe, acelerado o fuera de sí, como también causa en él el deseo de ser un mejor hombre. ¿Cuántas veces no habrá utilizado Dios este peculiar aspecto del amor humano para sacudir a un hombre y encaminarlo a sus más sublimes propósitos? Pues no hay que olvidar que Él es el Creador de este sentimiento, y todo lo bueno, puro y honorable desciende de su Santo Trono.

¿No es hermosa acaso la historia del vagabundo que se enamora de una princesa y este amor lo conduce a esforzarse de tal manera que logra convertirse en un príncipe? De igual manera, y en mayor medida, sucede cuando Dios permite que un hombre se enamore sinceramente de una mujer piadosa y, motivado por ese amor, empieza a luchar con tal ferocidad contra sus defectos para poder ser digno de su amada y, en medio de esa lucha, Él permite que este varón se encuentre con Su Creador para así llega a ser un mejor hombre, más fuerte, más digno y más santo.

Hay casos en los que los hombres se quedan sin la mujer que fue su musa, pero conservan con mayor gratitud la obra que el Señor hizo en sus corazones. En otras circunstancias Dios permite que formen una familia afianzada en el servicio a su Reino. Pero lo que vengo a analizar es ese extraño efecto. Eso que hace que un hombre desmotivado, sin esperanzas y débil, al ver a una muchacha consagrada al Señor y enamorarse de ella, hace que doble sus rodillas y se consagre a su Dios, al principio por el simple deseo de estar al lado de ella, pero poco a poco ese anhelo se enfoca en un anhelo desesperado por su Señor.

Y es que el hombre enamorado empieza a darse cuenta de las diferencias entre su relación con la amada y su comunión con Dios. Percibe la fragilidad y finitud de una y la trascendencia y eternidad de la otra. Lo que empezó como un deseo egoísta, y a la vez romántico, va desapareciendo, y da lugar a una esperanza más espiritual. Comprende que tenerla a ella y no tenerlo a Él es semejante a morir y que, aunque no la tenga a ella a su lado, el Señor es infinitamente más valioso. ¿Acaso existe comparación entre un muñeco de barro y el Poder Creador de las infinitas y preciosas galaxias?

Es cierto que oró por ella y luchó con clamor, pero el cincel del Señor fue golpeando su corazón, quitando las asperezas y modelando su voluntad en su alma, y este hombre se ve impelido a correr a su Hacedor. Esta experiencia es muy bella, digna de innumerables poemas de gratitud.

¿Cuántas veces no habrá utilizado Dios este peculiar aspecto del amor humano (el enamoramiento) para sacudir a un hombre y encaminarlo a sus más sublimes propósitos?

Otro factor, si me permiten decirlo de esa manera, es este: ella despertó el anhelo por lo bueno y honorable. Él vio en ella la compasión, la amistad, la sinceridad, el afecto, la amabilidad, la dedicación, el sacrificio y la virtud. ¿Pero qué miraba él verdaderamente? Él veía reflejos de la obra del Señor en ella, y mientras que se enamoraba también se desesperaba por tener lo que en ella es atesorado. Porque la virtud solo viene del Salvador, este hombre empezaba a ansiar las virtudes que otorga el Salvador.

Conocerla poco a poco le obligó a meterse en su mundo, un universo en el que predomina la pasión por el Señor. ¡Qué sublime bendición que esto sea contagioso! Fue también despertando en él ideales pasados, que el fragor de batallas antiguas había enfriado. Servicio, consejos, amistad, libros, un sin número de herramientas que puede usar el Señor para ejercer influencia sobre él.

¡Qué terrible es ese terror de perderla! (como si fuese de él, sin duda un vestigio de egoísmo que será erradicado) ¡Pero qué oraciones! La desesperación lleva al alma a ser sincera ante el Altísimo y le guía a reconocer su incompetencia, su impotencia y la necesidad de dependencia ante Aquel que todo lo puede. Esta oración genera confianza, una confianza que está segura que, pase lo que pase, el control está en manos del Señor. Descubre que el que confía en el Señor no debe desesperar.

La desesperación lleva al alma a ser sincera ante el Altísimo y le guía a reconocer su incompetencia, su impotencia y la necesidad de dependencia ante Aquel que todo lo puede.

Y por último, qué sabia es la Providencia que todo regula. Estoy convencido que las más grandes y verídicas historias de amor fueron escritas con maestría y perfección por esta Providencia Divina. Como si no fuese evidente que Dios es Amor y es el Creador de las Historias de Amor. Y aunque a veces algunas de esas historias se quedan en la ilusión, sirvieron para un sublime designio: fijar el alma en Aquel que sabrá cuando dos almas en un solo propósito.

Benjamin A. Figueroa

Benjamin A. Figueroa

Diseñador Gráfico, teólogo amateur y escritor. Pecador salvado por gracia.
Director y Fundador de Antorchas de la Fe. Apasionado por la teología, la poesía y los libros de fantasía.

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