Este verso nos muestra una poderosa verdad. David hace eco de una pregunta ancestral: ¿Quién nos mostrará el bien?
El bien hacía referencia a una vida plena, de bienestar, de abundancia y éxito: la prosperidad absoluta. En otras palabras ¿Dónde puedo alcanzar plenitud y felicidad?
El rey que había sido pastor, y que había pasado del campo a la fama, y de la fama a ser un desechado proscrito, para a la postre ser llevado al trono, sabía dónde encontrar la respuesta. Él mira al Señor que estuvo en cada momento de su vida. David dice: «Alza sobre nosotros la luz de tu rostro, es en verte a Ti, es en conocerte, que se encuentra la plenitud absoluta y la abundancia«.
Pero hay algo importante en su declaración. David sabe que no es algo que él pueda alcanzar en sus fuerzas. La frase del salmista es una petición, un ruego, que nos muestra que tiene que ser iniciativa del Señor el ponerse al alcance de nosotros, es su iniciativa el revelarse, el darse a conocer, para que en la Luz de su Rostro encontremos el bien, la felicidad suprema.
Y la maravillosa noticia es que el Señor se complace en responder a aquella oración.
Aprendamos cada día a comprender que el Señor es el Bien Supremo, y luego corramos a pedir que seamos felices en Él. David termina diciendo: «Señor, mi corazón tuvo una dicha y felicidad tan grande y abundante, que superó con creces la efímera felicidad de aquellos que tienen riquezas y prosperidad terrenal. Y esa alegría solo me fue dada por Ti» (versículo 7).
“¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra.”.
Salmos 73:25
Que en Jesús, la iniciativa de Dios de darse a conocer, sea donde se encuentre la alegría de nuestro corazón. Vayamos a Él hoy.
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