Estemos listos para los tiempos difíciles

Los días oscuros son inevitables en este lado de la eternidad. Es nuestro deber estar preparados para enfrentarlos. ¿Qué podemos hacer?

POR BENJAMIN A. FIGUEROA

05/01/2023

Las crisis, aquellas situaciones que nos llevan al límite y rompen con el orden establecido y el status quo, que resquebrajan todo sentido de comodidad, y sacan a las personas de su zona de confort, no es algo para lo que uno pueda estar totalmente preparado.

Sin embargo, la consigna bíblica es velar, estar atentos, siempre en guardia, porque los días son malos. El problema que, a mi juicio, la iglesia se enfrenta en la actualidad, es que los tiempos de bonanza aletarga su capacidad de percepción de tal manera que tenemos un pueblo de Dios que no conoce a su Dios, y tampoco tiene sus sentidos desarrollados para discernir los tiempos, tiempos que pueden ser cruciales o desastrosos.

Pensamos, pese a la necedad que esto significa, que las cosas seguirán tal como están, y aunque pueda producirse una que otra agitación, esperamos que todo vuelva a fluir en el curso acostumbrado. Y con ello evidenciamos que no estamos en condiciones para enfrentarnos a los cambios rotundos, al final de un viejo orden y la instauración de uno nuevo, revoluciones que han caracterizado la historia de la humanidad desde sus inicios.

Los tiempos oscuros son inevitables

Debemos tener algo claro: Los tiempos oscuros no deberían sorprendernos. Se nos ha advertido que vendrían. Lo verdaderamente preocupante es una Iglesia que no discierne los tiempos que le toca vivir. Una iglesia que actúa sin la luz que Dios le dio. Una iglesia que no puede alumbrar porque ha olvidado su propósito.

Es triste ver, por ejemplo, hombres cristianos de cierta edad y con años de caminar con Cristo, los cuales “debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo” (Hebreos 5:12), actúan con inmadurez e indiferencia ante la crisis en sus sociedades, preocupados más por los videojuegos que por su realidad nacional. Otros, se olvidan que nuestras armas no son carnales, y se ponen a combatir en el ámbito carnal con un odio propio de los incrédulos. Y los hay más pasivos, inútiles e indolentes, que olvidan que parte de vivir para Jesús es ser productivos, compartiendo su corazón y dolor por el mundo, que se limitan simplemente a vivir la falsa espiritualidad de la oración muerta, permaneciendo alejados de la primera línea, seguros en el no-involucramiento y en la apatía, sin ejercer la fe activa que da sentido y vida a la oración.

¿Y ahora qué?

Pero, para no divagar con pesimismo en nuestra radiografía espiritual como pueblo, ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo podemos estar listos para los tiempos difíciles, tanto personales como comunitarios y sociales?

Meditemos en el siguiente pasaje para encontrar la respuesta:

«Mas todas las cosas, cuando son puestas en evidencia por la luz, son hechas manifiestas; porque la luz es lo que manifiesta todo. Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, Y levántate de los muertos, Y te alumbrará Cristo.
Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo». Efesios 5:13-20

Reaccionemos

“Despiértate, tú que duermes, Y levántate de los muertos, Y te alumbrará Cristo”. 

La Luz de Dios nos hace ver las cosas como son, llamándolas por el nombre que corresponde. Una clara visión de nuestra realidad personal y de las circunstancias que nos rodean solo viene de la iluminación divina, lo que nos lleva a reaccionar de manera apropiada. Este es el verdadero inicio de una revolución espiritual. Hemos estado dormidos mucho tiempo, es hora de despertar, recibir Luz y vida.

Los tiempos oscuros no deberían sorprendernos. Se nos ha advertido que vendrían. Lo verdaderamente preocupante es una Iglesia que no discierne los tiempos que le toca vivir.

Vigilemos disciplinadamente

“Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos”.

Debemos prestar atención a la manera en que nos conducimos por la vida. Analizar cada paso. Tomar conciencia activa de nuestro actuar, agarrar las riendas de nuestra vida para la gloria de Dios y no simplemente dejarnos arrastrar por la corriente de la existencia. Los días son malos, los días malos llegarán, como al principio señalamos, por lo tanto, utilicemos nuestro tiempo con sabiduría, disciplinémonos, como soldados en guardia activa, para estar listos y firmes ante cualquier cosa que se avecine.

Desarrollar disciplinas personales y espirituales… es fácil escribirlo o decirlo en palabras, pero requiere verdadero esfuerzo para lograrlo. ¿Estamos listos para el desafío? Sólo así se puede sobrevivir a las crisis que se avecinan.

Tengamos comprensión

“…no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor”.

Quien no procura, por los medios que Dios mismo ha dispuesto, el crecer en su entendimiento de lo que el Señor quiere y desea, es un tonto. No son mis palabras. Lo dice el apóstol Pablo bajo la guía del Espíritu Santo. Y tristemente, muchos de nosotros, me incluyo en esto, hemos sido tontos por mucho tiempo, y no nos hemos dado cuenta de ello. No saber distinguir la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios para nuestra vida es algo desastroso. Entender la voluntad de Dios, como individuos y como pueblo, es lo único que puede darnos un Norte, una meta real a la cuál encaminarnos con propósito y productividad.

Y esta comprensión solo puede venir cuando comenzamos a caminar con el Señor para conocerlo íntimamente, en oración, lectura de la Palabra y comunión fraternal, siguiendo todos los pasos que estamos analizando en este artículo. 

Seamos sobrios

“No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución”. 

No te llenes de actividades que te aletarguen o te hagan olvidar tu deber y responsabilidad, y que te impiden estar en óptimo estado para comprender la voluntad de Dios. 

Una vida sin dominio propio, sin sobriedad, desencadena una actitud de derroche, desperdicio de tiempo, recursos y vida. Es actuar sin propósito alguno, y nosotros hemos sido llamados a vivir bajo el propósito de Dios.

Llenémonos del Espíritu Santo

“…sed llenos del Espíritu”.

Estas palabras, tan cortas en apariencia, son, sin embargo, las más profundas. Si hay algo que como cristianos debemos entender, es que toda nuestra vida como seguidores y discípulos de Jesús depende de que seamos llenos y gobernados por el Espíritu Santo. No hay vida cristiana sino es por el Espíritu. Somos partícipes de la naturaleza divina porque se nos ha dado a la Tercera Persona de la Trinidad para que venga a nuestros corazones, y sea el amor de Dios, la mente de Cristo y guía perfecta en nosotros. Podemos llamar a Jesús como Señor, y a Dios como Padre solo porque el Espíritu Santo se nos ha dado. Por lo tanto, la mayor empresa a la que nos podemos dedicar es procurar ser controlados por el Espíritu Santo, que sea como ríos que saltan para vida eterna en nuestro corazón. Y esto solo se logra pidiendo con humildad y determinación (Lucas 11:13).

Tengamos comunión productiva

“…hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones”.

Tristemente muchos cristianos podemos presumir de tener comunión entre nosotros, pero cuando profundizamos en esa comunión, podríamos describir que mucho de lo que hablamos son estupideces, necedades inútiles como la última serie o película vista en Netflix, o quién es el mejor jugador de futbol del mundo, cosas que no son necesariamente malas, pero si son básicamente el fundamento de nuestras conversaciones, estamos lejos de lo que debiera ser la Comunidad de Discípulos que se supone que somos. 

Un artículo que leí afirmaba que la clase de comunión que apunta la Escritura es aquella que tenían los miembros de la Comunidad del Anillo de Tolkien, quienes estaban unidos por una misión común, y los padecimientos y aventuras por llevarla a cabo, lo que los llevó a tener una relación de amistad y amor los unos por los otros, y los mantuvo unidos a pesar de las vicisitudes y la distancia, y a animarse pese a las dificultades. Hablemos lo que conviene. Tengamos una comunión significativa, trascendente, que impacte por la eternidad.

Seamos agradecidos

“…dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”.

Esta es pues, la conclusión sobrenatural de todo lo previo. Un ser humano normal no puede agradecer por todo, lo favorable y lo desfavorable. Pero un ser humano transformado, que tiene al Dios vivo en el corazón, puede agradecer por todo, aún por los momentos de crisis, porque ha entendido esta gran verdad:

“…el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza. Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo”. Romanos 5:3-5.

Nada de lo que nos pasa es inútil o fuera de los propósitos de Dios, por lo que “si vivimos, para el Señor vivimos; si morimos, para el Señor morimos. Así pues, en vida o en muerte, pertenecemos al Señor” (Romanos 14:8).

No te llenes de actividades que te aletarguen o te hagan olvidar tu deber y responsabilidad, y que te impiden estar en óptimo estado para comprender la voluntad de Dios.

¿Queremos ser un pueblo de Dios sabio para enfrentar las crisis y entender los tiempos? Comencemos a vivir una vida edificada sobre la Roca. Y cuando vengan las tormentas, y soplen los vientos, al final podremos estar firmes (Mateo 7:25Efesios 6:13).

Benjamin A. Figueroa

Benjamin A. Figueroa

Diseñador Gráfico. Teólogo amateur. Pecador salvado por gracia y en constante proceso de transformación. Súbdito del Rey, discípulo del Maestro, siervo del Señor. Ama bendecir al cuerpo de Cristo por medio de la escritura reflexiva, devocional y la poesía.
Director y Fundador de Antorchas de la Fe.

1 Comentario

  • Alejandra Victoria Méndez Céspedes

    Gracias al Señor por su vida, es dde mucha edificación sus reflexiones, Dios nos ayude a práctica r lo aprendido a través del gobierno de su Espíritu Santo.

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