«Porque el que siembra para su propia carne, de la carne segará corrupción, pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna». Gálatas 6:8
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El teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer acuñó el concepto “gracia barata” para referirse a la banalización de la Gracia de Dios. Para Bonhoeffer, esto ocurre cuando los creyentes aceptan la doctrina de la justificación y el perdón de los pecados de manera malbaratada. Este tipo de creyentes cree que, quien afirma la gracia, posee ya el perdón de los pecados, encontrando en ello una baratija para cubrir sus miserias, incluso sin arrepentirse. Eso, dice el teólogo, es la negación de la Palabra viva de Dios, y la negación de la encarnación de Cristo. La gracia barata no santifica.
Por otro lado, la “gracia cara” es el tesoro oculto en el campo por el que el hombre vende todo lo que tiene. Es la perla preciosa por la que el mercader entrega todos sus bienes. Es el reino de Cristo por el cual el hombre se arranca el ojo que lo hace pecar. Es la llamada de Jesucristo que hace que el discípulo abandone sus redes y le siga. Bonhoeffer le dice cara porque el seguimiento de Jesucristo le cuesta toda la vida al creyente. Pero al mismo tiempo es gracia porque le regala vida eterna. Es cara porque condena el pecado, pero es gracia porque justifica al pecador. Es cara porque para Dios tuvo el costo más alto, pero es gracia porque no escatimó en pagar ese precio.
La gracia cara, es el evangelio que siempre hemos de buscar, son los dones que hemos de pedir, y es la puerta a la que se llama. La gracia cara, santifica.
Las Disciplinas Espirituales son la senda que conduce a la transformación interna, y a la santidad exigida y anhelada. Esta senda tiene dos riesgos permanentes: por un lado, la herejía de la ausencia de esfuerzos humanos para la santificación. Por otro lado, la herejía del esfuerzo humano para lograr la justicia delante de Dios. Nunca debemos desviarnos ni a la derecha ni a la izquierda. Si bien es cierto esta senda está llena de dificultades, su destino es el gozo eterno. Al caminar por este sendero, la bendición de Dios estará sobre nosotros, y nos reconstruirá a la imagen de su Hijo Jesucristo.
En el camino de las Disciplinas Espirituales, Dios se encarga de transformar los hábitos pecaminosos que están arraigados en nuestra vida, manifestando cambios reales, desde adentro hacia afuera; fluyen, como resultado, el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la bondad, la fe, la mansedumbre, y la templanza. Así como los movimientos de nuestra vida pasada producían cieno y lodo, los nuevos hábitos de nuestra nueva naturaleza en Cristo, producen ahora el Fruto del Espíritu.
Las Disciplinas Espirituales son la senda que conduce a la transformación interna, y a la santidad exigida y anhelada.
A pesar de que las Disciplinas Espirituales nos han sido dadas para nuestro beneficio, debemos recordar que ellas han de ser practicadas para recibir algo y no para obtener algo; esto porque nuestra tendencia a la autosuficiencia es inmensa.
Es interesante notar que Jesús, en Mateo 23:1-4, no reprende del todo el actuar de los escribas y fariseos. Jesús invita a la multitud a hacer y observar todo lo que ellos decían, pero no a seguir sus obras, porque eran de esas personas que dicen y no hacen. Ciertamente lo que decían, era la Ley del Señor. Pero escribas y fariseos describen muy bien a aquellos que convierten lo bueno en justicia externa para verse mejor que los demás.
El orgullo es el gran enemigo de las Disciplinas Espirituales, porque las toma y las pone como un objetivo en sí mismas. El orgullo toma el control haciéndonos creer que si lo hacemos más y mejor que nuestro prójimo, entonces somos la clase de persona correcta, y el otro no. Por lo general, el orgullo se enfoca en lo externo porque puede, aparentemente, controlarlo. Para poder disfrutar de la bendición de las Disciplinas Espirituales, debemos dejar de lado la maldición del pecado de la autosuficiencia.
El orgullo es el gran enemigo de las Disciplinas Espirituales, porque las toma y las pone como un objetivo en sí mismas.
Bryan Chapell, en su libro Holiness by Grace, dice que no podemos llegar a la fuente de la bendición con una copa llena de autosuficiencia, pensando que podemos añadir algo a la misericordia infinita de Dios. Es mejor acercarnos con una copa vacía para que Dios la llene.
Entonces, vale la pena la recomendación de cuidarnos de la autosuficiencia, ya que estas prácticas se llaman Disciplinas porque sí requieren nuestra participación deliberada y consciente en entrenarnos para la piedad. Pero también son Espirituales porque su efectividad depende de la obra y gracia del Espíritu Santo, y no de nuestro desempeño.
Hagamos nuestra parte, pero confiemos en la obra del Espíritu. No hay atajos para el crecimiento espiritual. Nuestro carácter espiritual es un proceso que dura toda la vida; y las Disciplinas Espirituales son medios que nos ayudan en ese proceso.
Pastor Plantador de “Iglesia Local” en Osorno, Chile, una Iglesia Reformada asociada al ministerio “Sal da Terra”, Brasil. Es Licenciado en Comunicación Social, Licenciado en Teología Reformada, Diplomado en Filosofía, Política, Sociedad Secularizada y Plantación de Iglesias. Actúa como profesor de Teología en Institutos Teológicos de Chile, Brasil y Argentina, y como Coordinador de “Amigos de L’abri Chile”, asociado a L’abri Fellowship Internacional.
Está casado con Esther y son padres de Sofía y Nicanor.
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