Dejando que Él nos haga perfectos

Nuestra única esperanza como cristianos es dejar que Dios haga su obra en nosotros. Solo Él nos puede hacer perfectos.

POR EQUIPO ANTORCHAS DE LA FE

24/04/2023
“Entenderé el camino de la perfección cuando vengas a mí”. Salmo 101:2

Cuando éramos niños, tuvimos que aprender a escribir. Nuestras manos no estaban acostumbradas a ello y las letras nos salían horribles. Algunas de ellas, por no decir todas, nos parecían imposibles de trazar.

¿Qué ocurría después? Nuestro padre o nuestra madre nos hacían tomar el lápiz, y luego ellos tomaban nuestras manos y comenzaban a guiarnos en escribir aquella horrible y difícil letra que nos atormentaba.

De manera similar sucede en nuestra vida cristiana. Nacemos y vivimos con una existencia inclinada al pecado. Venimos al mundo con una naturaleza pecaminosa, y estamos habituados al pecado. Sin embargo, viene el Señor en su gracia y nos hace nacer de nuevo en y por Jesucristo. Él paga nuestros pecados, nos regala su justicia y nos hace nuevas criaturas. Cuando despertamos de la muerte a una nueva vida, escuchamos a nuestro Salvador decir: “Sed pues perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48), e inmediatamente intentamos obedecerle. Pero después de toda una vida practicando el pecado, y como bebés recién nacidos en la gracia, nos damos cuenta de que es imposible para nosotros solos.

Pensamos que es una orden que debemos cumplir en nuestras fuerzas, pero nuestros intentos acaban mal, fallamos, caemos, tropezamos. Las letras de la perfección nos salen imperfectas.

Es entonces cuando aprendemos que la vida cristiana no se trata de hacerlo nosotros, sino de Él en nosotros. Entendemos el camino de vivir una vida que va creciendo en santidad y perfección cuando el Señor viene a nosotros, cuando Él actúa en nosotros. Comprendemos que separados de Él nada podemos hacer. Aprendemos que no solo somos salvos por gracia, sino que también debemos vivir por gracia, pues es Él quien hace la obra. Es Él quien pone su mano sobre nuestra mano y nos guía a escribir una vida santa.

Por ello, descansemos en Él. Sometámonos a su obra en nosotros. Dejemos de confiar en nuestro propio esfuerzo. Ningún bebé tiene fuerza propia, y ningún cristiano tampoco. Recordemos y oremos las palabras de Agustín de Hipona: “Danos lo que ordenas, y ordena lo que desees”. Solo así entenderemos el camino que nos ha llamado a transitar, solo cuando Él venga a ti y a mí.

“ Dame entendimiento, y guardaré tu ley, Y la cumpliré de todo corazón.”.

Salmos 119:34

¿Dejaremos hoy que Él nos haga perfectos?

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