Arrepentimiento y Restitución

¿Cómo se verían el arrepentimiento y la restitución en personas que han pecado en las finanzas? Descubrámoslo en el ejemplo de Zaqueo.

POR BENJAMIN A. FIGUEROA

16/01/2023
"Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo : Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham."

Lucas 19:8-9
En algunas ocasiones, el arrepentimiento en los hombres debiera manifestarse no solo en el quebranto de sus corazones sino también en la apertura de sus billeteras. Muchas veces no existe verdadero arrepentimiento sin la evidencia de la restitución. Cuando el hombre se desprende de lo que, por su naturaleza pecaminosa, considera su fuente de seguridad y comfort, es que se puede tener la seguridad de un corazón sometido a Jesucristo.
No por nada un hombre con una billetera cerrada es también un hombre con un corazón duro no arrepentido, o con un arrepentimiento falso y meramente emocional que cierra el corazón cuando llega la hora del sacrificio económico para reconocer y restituir sus faltas, pecados e irresponsabilidades de sus deberes y compromisos financieros para con su prójimo.
Si se ha fallado en esta área, el verdadero arrepentimiento incluirá la compensación.
Este es el ejemplo que nos dejó Zaqueo, y es algo en lo que deberíamos meditar.
¿Cómo se vería el arrepentimiento en estafadores, usureros o padres ausentes que no cumplieron con sus obligaciones económicas? Pues, como mostró Zaqueo, pedir perdón no es suficiente para un corazón quebrantado. También está dispuesto a restituir y compensar.

“Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego.”.

Mateo 3:8-10

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