Vivimos en una época en que no nos gusta mucho la palabra autoridad. La aceptamos recelosamente como un mal inevitable, ya que sin autoridad la sociedad se derrumba, y eso lo sabemos bien. Lo vemos ejemplificado en ciertas ocasiones a lo largo de la historia, y posiblemente lo hayamos experimentado en nuestras propias vidas también.
Después de todo, resulta que cada uno de nosotros tiene intenciones egoístas y egocéntricas que quisiéramos imponer sobre nuestro mundo para que se asemeje más a lo que nosotros deseamos, y si no hubiese una autoridad final por encima de todos nosotros, avalada por una ley ante la cual todos somos iguales, viviríamos en un caos peor del que ya estamos.
Pero hoy nos toca debatir un tema del que pocos quieren hablar, y es el tema de la autoridad en la iglesia. Pues, verá usted, han habido tantas versiones de lo que ser iglesia significa, y han habido tantas teorías y teologías diferentes que han surgido acerca del funcionamiento y el ministerio de la iglesia, que hoy día resulta difícil definir claramente lo que el vocablo “iglesia” verdaderamente significa. Es como que, con el paso de los siglos, cada facción ha propuesto su idea de lo que la iglesia debe ser, y aunque todos usemos el mismo término, nos referimos a cosas diferentes.
Jesús le dijo a Pedro, luego de que este lo confesara como Señor y Cristo: “Yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.”
Mateo 16:18 NBLA
Es decir: Jesús mismo promete que Él mismo edificaría su propia iglesia. Y promete también que la obra que Él haría en esta edificación sería tan fuerte y firme, que los poderes de las tinieblas no podrían contra su pueblo.
Es decir, la edificación le pertenece a Cristo, no a los hombres. Cristo está edificando su iglesia, nivel por nivel, como lo declara el apóstol Pablo cuando dice que estamos siendo “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular, en quien todo el edificio, bien ajustado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor”.
Efesios 2:20-21 NBLA
Es decir, la obra es de Cristo, el edificio es de Cristo y el crecimiento viene de Cristo. Él es la cabeza, nosotros somos el cuerpo. Él toma cada decisión correspondiente al funcionamiento, desarrollo, y crecimiento propio de cada miembro, y Él ejecuta cada una de esas decisiones por medio de la operación individual del Espíritu Santo en cada miembro de su iglesia.
Pero entonces, lo que debemos preguntarnos es: “¿Cómo?” Si Cristo lo hace todo, ¿cómo es que Cristo está haciendo esta obra en su iglesia? Si Él es la cabeza, el arquitecto y la piedra angular de este edificio, ¿cómo se manifiesta eso en la vida real de la iglesia?
Aquí es donde llegamos al tema de autoridad. Pues si bien no creo que ninguno que se llame cristiano se atreva a desafiar la autoridad de Jesucristo como cabeza del cuerpo — este no es el tema que está en debate— lo que sí está el debate es el método: ¿Cómo es que Jesucristo ejerce esta autoridad? ¿Por qué medio?
No creo que ninguno que se llame cristiano se atreva a desafiar la autoridad de Jesucristo como cabeza del cuerpo.
Quiero que volvamos al pasaje que leímos al principio, pues este nos presenta una posible dualidad en su interpretación. Si prestamos atención a la narrativa del texto, Jesús parecería estar diciéndole a Pedro que él sería la roca que serviría como fundamento para la edificación que Cristo estaba por iniciar. El pasaje parece indicar, si lo miramos de una determinada manera, que Jesús le cambia el nombre de Simón a Pedro (que significa piedrecita) y acto seguido, lo nombra la roca sobre la cual Cristo edificaría su iglesia.
Esta forma de interpretación no es descabellada. Porque el contexto parece avalarla. Pero eso sí, esta interpretación nos lleva a una conclusión un poco extraña. Extraña digo, en el sentido que en ninguna otra parte de las escrituras vemos que Dios utilice a un ser humano como fundamento de una obra que sería netamente divina. Y además, no vemos esta doctrina de “Pedro-como-roca-de-la-iglesia” desarrollada más profundamente en el resto del Nuevo Testamento. Parecería que Jesús menciona este tema aquí de manera aislada, y que luego la iglesia lo ignora en todos sus escritos, y no profundiza más sobre el asunto.
Piénselo por un momento: todas las doctrinas que se comprenden en el evangelio están desarrolladas paulatinamente a lo largo de todo el Nuevo Testamento. Todas, excepto esta. Raro, ¿no le parece? Pues esta sería una doctrina muy importante para entender cómo es que Cristo se proponía edificar su iglesia sobre la persona de Pedro. Esta sería una doctrina fundamental para la iglesia… y sin embargo carece de todo fundamento, valga la redundancia.
De modo que debemos preguntarnos una vez más: ¿Cómo es que Cristo edifica su iglesia? O más puntualmente, ¿qué herramientas utiliza? ¿Ha dejado el Señor un sucesor físico en la tierra por medio del cual Él continuaría revelando nueva doctrina y nuevas verdades necesarias para la santificación de la iglesia? La sola idea debería preocuparnos. Pues si la revelación continúa dándose, como la Iglesia Católica Romana sostiene, y si Dios sigue hablando y dando nuevas verdades a la humanidad por medio de la boca del Papa, entonces deberíamos revisar un poco los anales de la Iglesia Católica, y veremos un número importante de doctrinas que en algún momento se enseñaron, para luego ser contradichas y abolidas por algún concilio más tardío. Así que el interrogante continúa, ¿era Pedro la roca?
Si la revelación continúa dándose, como la Iglesia Católica Romana sostiene, y si Dios sigue hablando y dando nuevas verdades a la humanidad por medio de la boca del Papa, entonces deberíamos revisar un poco los anales de la Iglesia Católica, y veremos un número importante de doctrinas que en algún momento se enseñaron, para luego ser contradichas y abolidas por algún concilio más tardío.
Como he mencionado ya, me extraña es que, si esto fuera así, los otros apóstoles no hayan escrito nada al respecto. Yo esperaría ver esta enseñanza bien plasmada en las páginas de Nuevo Testamento, si esta fuese verdaderamente doctrina de la iglesia. Sin embargo parecería que los apóstoles desconocían el asunto. Lo que es peligroso, porque si Dios verdaderamente estableció que Jesucristo edificara su iglesia por medio de Pedro y de sus futuros sucesores, la iglesia primitiva no hizo caso del método predilecto divinamente establecido para la santificación y el desarrollo del cuerpo de Cristo en la tierra. ¿Cómo podía una verdad tan importante mantenerse a oscuras durante lo que fue el periodo más fructífero de la iglesia? Algo aquí no cierra.
Es más, parecería que, para ellos, la roca era Cristo, no Pedro. Pues Pablo escribe que estamos siendo “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Efesios 2:20). Y otra vez: “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo” (1 Corintios 3:11).
Y además vemos que forma en que Cristo movía a la iglesia primitiva no era por la boca y el accionar de un ser humano específico, sino que operaba de una manera mucho más vivaz y efectiva. Y eso se puede ver claramente en dos ocasiones. El primer caso dice así:
“En la iglesia que estaba en Antioquía había profetas y maestros: Bernabé, Simón llamado Niger, Lucio de Cirene, Manaén, que se había criado con Herodes el tetrarca, y Saulo. Mientras ministraban al Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: «Aparten a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado». Entonces, después de ayunar, orar y haber impuesto las manos sobre ellos, los enviaron.”
Hechos 13:1-3 NBLA
Preste atención a lo que está pasando en este lugar. La iglesia está reunida, y el Espíritu Santo mueve a toda la iglesia a sentir lo mismo en un momento determinado. El pasaje no dice que una persona recibió una revelación y que otros obedecieron las palabras de un hombre, tampoco que Pedro recibió alguna revelación concerniente a la iglesia de Antioquía. Sino que el Espíritu Santo estaba tan presente en la iglesia, que cuando Él hablaba no había dudas al respecto, y la iglesia automáticamente obedecía.
El otro pasaje está aquí:
“Los apóstoles, y los hermanos que son ancianos, a los hermanos en Antioquía, Siria y Cilicia que son de los gentiles, saludos. Puesto que hemos oído que algunos de entre nosotros, a quienes no autorizamos, los han inquietado con sus palabras, perturbando sus almas, nos pareció bien, habiendo llegado a un común acuerdo, escoger algunos hombres para enviarlos a ustedes con nuestros amados Bernabé y Pablo. Estos hombres han arriesgado su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Por tanto, hemos enviado a Judas y a Silas, quienes también les informarán las mismas cosas verbalmente. Porque pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponerles mayor carga que estas cosas esenciales: que se abstengan de lo que ha sido sacrificado a los ídolos, de sangre, de la carne de animales que han sido estrangulados y de fornicación. Si se guardan de tales cosas, harán bien. Pásenla bien”.
Hechos 15:23-29 NBLA
Recordemos lo que pasaba en este episodio: un grupo de judaizantes había viajado de Jerusalén a Antioquía, y estaban perturbando a esa iglesia diciéndoles que, a no ser que los cristianos gentiles se circuncidaran, no podían tener parte en el pacto de la gracia. La teología judaizante decía que el Nuevo Pacto era una continuación del Antiguo, y que todas las bendiciones que se concretaban en Jesús, eran una extensión de lo que había comenzado en Moises. Uno debía estar en el Antiguo Pacto para que el Nuevo le hiciera efecto. Uno debía estar en Moises para que Cristo lo pudiera salvar.
Éste no era un tema menor, porque tenía que ver directamente con la salvación del alma. La iglesia queda perturbada por estas noticias, y Pablo y Bernabé reaccionan de una manera muy vehemente, y le presentan debate a estos judíos. Pero, claro está, la iglesia quería una decisión de Jerusalén. Así que, el comité de Antioquía va a Jerusalén para que el concilio debatiera y decidiera sobre el tema.
A llegar a Jerusalén, el pasaje dice que los de la circunsición estaban de acuerdo con los judaizante que habían ido a Antioquía. Sin embargo, la iglesia ya había experimentado la mano de Dios obrando en medio de los gentiles sin la necesidad de judaizarlos, lo que los ponía en una encrucijada.
Pero llama la atención que, a la hora de decidir un tema tan puntual e importante como la circuncisión y la justificación, la iglesia no se remite a la experiencia, ni a lo que ellos sentían en ese momento que Dios estaba guiándolos a hacer, sino que se remiten directamente a las Escrituras. La experiencia no valía de nada, si las Escrituras decían lo contrario.
La experiencia no valía de nada, si las Escrituras decían lo contrario.
Así que el debate se extiende por un buen rato, Pablo y Bernabé relatan todo lo que Dios había estado haciendo por medio de ellos en el mundo gentil, y Pedro relata cómo Dios lo había usado para llevar el evangelio a los gentiles aun antes que Pablo, y que en esa ocasión Dios también había bautizado con el Espíritu Santo a un grupo de incircuncisos, y que ese evento no podía ser ignorado. Evidentemente Dios estaba obrando solamente por gracia, en base a la fe. Pero de nuevo, la experiencia en sí no vale de mucho, si la revelación escrita dice lo contrario.
Así que Santiago, el anciano principal de la iglesia en Jerusalén, toma la palabra y concluye con lo que los profetas ya habían dicho. Y leemos:
“Cuando terminaron de hablar, Jacobo tomó la palabra y dijo: «Escúchenme, hermanos. Simón ha relatado cómo Dios al principio tuvo a bien tomar de entre los gentiles un pueblo para Su nombre. Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, tal como está escrito: “Después de esto volveré, Y reedificaré el tabernáculo de David que ha caído. Y reedificaré sus ruinas, Y lo levantaré de nuevo, Para que el resto de los hombres busque al Señor, Y todos los gentiles que son llamados por Mi nombre”, Dice el Señor, que hace saber todo esto desde tiempos antiguos. »Por tanto, yo opino que no debemos molestar a los que de entre los gentiles se convierten a Dios, sino que les escribamos que se abstengan de cosas contaminadas por los ídolos, de fornicación, de lo estrangulado y de sangre. Porque Moisés desde generaciones antiguas tiene en cada ciudad quienes lo prediquen, pues todos los días de reposo es leído en las sinagogas».”
Hechos 15:13-21 NBLA
Mire qué interesante: estando Pedro presente, y habiendo hablado Pedro en favor de no circuncidar a los gentiles, Santiago no obstante apela a las escrituras para tomar su decisión. No a Pedro. Santiago va a lo que estaba escrito, y ve que lo que estaban viviendo en este momento se correspondía con lo que Dios había revelado a través de los siglos en las escrituras.
Ahora le hago una pregunta, ¿qué hubiese pasado si las escrituras hubiesen dicho algo diferente? ¿Qué hubiese pasado si Dios hubiese revelado por los profetas en la antigüedad, y hubiese preservado de manera escrita, que la circunsición sería requerida a todos los creyentes? ¿Hubiera prevalecido el testimonio de Pedro? Evidentemente no. Porque lo que importaba que no era lo que Pedro dijera, sino lo que estaba escrito.
Y así y todo, cuando mandan la carta con su decisión doctrinal a la iglesia de Antioquía, Santiago escribe: “Nos ha parecido bien al Espíritu Santo y a nosotros”. Es decir, la decisión tampoco estaba 100% basada en la exégesis propia de un individuo de lo que estaba escrito, sino que toda la iglesia reconocía que Dios estaba edificándolos por medio de la inconfundible obra del Espíritu Santo, revelándoles misterios que ya se encontraban plasmados en las escrituras, llevándolos a un entendimiento pleno de la voluntad de Dios por medio de la revelación escrita.
Es decir, aparentemente el método reformado de la Sola Scriptura viene de 2000 años atrás, y la idea católica del papado parece estar ausente en los anales más antiguos de la iglesia primitiva. Algo para pensar, ¿verdad?
En la segunda parte de este posto continuaremos explorando algunas ideas más al respecto.
Misionero y Escritor. Sirvió en el campo misionero en Asia por 14 años, dedicándose a la enseñanza, traducción e interpretación.
Autor del Blog Teología Callejera
Somos una organización cristiana interdenominacional y sin fines de lucro que busca glorificar a Dios y edificar a la iglesia por medio de la creación de contenido digital Cristocéntrico y relevante, enfocados en problemáticas actuales, doctrina e historia. De la mano con esto, promovemos la realización de eventos y conferencias que sirvan como plataformas de comunión y discipulado para la iglesia en general.